BLAZER

El blazer comenzó siendo una prenda eminentemente masculina, que se utilizó inicialmente en el ámbito de los deportes marinos, diferenciándose de las llamadas chaquetas deportivas en que conservaba un color sólido (azul, negro, gris) e iba acompañado de botones normalmente dorados; luego fue extendiéndose su uso a otras ocasiones informales como fiestas campestres, etc., hasta convertirse en una especie de uniforme en colegios y para algunas asociaciones de caballeros. Luego se transformó en una pieza usual que incluso podía ser usada en ocasiones más formales.

Con la aparición de los trajes sastre diseñados por Cocó Chanel, se abrieron las puertas de la moda para que el blazer se incorporara al atuendo femenino, lo que ocurrió hacia los años 40, aunque diferenciándose del blazer masculino por sus pronunciadas hombreras. Durante los años 80 el blazer fue la prenda de batalla tanto de chicos como chicas -resaltando, eso sí, las poderosas hombreras- junto con los cortes de pelo largo y con mucho cuerpo.

Hoy en día el blazer femenino se ha vuelto a poner de moda, en diferentes variables (y es que es tremendamente versátil). Existe el llamado blazer del novio (boyfriend blazer), que suele llevarse unas tallas más grande que la normal (es decir, que efectivamente parece que pertenece a tu novio y se lo has tomado del guardarropa) y en colores muy masculinos.

A su vez, tenemos el blazer XS, muy pequeño y tallado al cuerpo (que diera la impresión de haberlo puesto en la lavadora en un ciclo de agua caliente y se hubiese encogido), y luego está el blazer normal, el que te queda no muy ajustado pero tampoco excesivamente holgado, y que resulta el más popular. Cualquiera que sea el modelo escogido, todos resultan una alternativa muy válida, pues pueden servirte como abrigo ligero (sobre todo los de colores sobrios) tanto para una ocasión informal (usándolos con vaqueros, por ejemplo) como para una velada más seria.